LOS
SÁBADOS de madrugada, mientras me cree dormido, mamá sale de casa y regresa
siempre con un extraño. Tras cuchichear brevemente en el living, los invita a
subir a la buhardilla. Con cautela, los sigo; pero como echan llave, no sé lo
que hacen. Me imagino que practican algún tipo de arte marcial, porque mi mamá suele
abandonar la habitación con la ropa desarreglada como en los combates de yudo. Pero tengo la seguridad de que ella siempre gana, y de
que ésa es la razón por la cual nunca he visto a nadie salir de la buhardilla. Muertos
de vergüenza, los tipos se escapan por la ventana. Sin embargo, hace un mes, la
puerta quedó sin llave.
Mamá
se hallaba en el centro de una telaraña gigante, y a su lado yacía, medio envuelto
en un capullo, el extraño de turno. Al verme, ella ocultó su rostro tras sus
ocho extremidades y me suplicó que cerrara la puerta. Desde entonces mamá se la
pasa llorando en la buhardilla. ¡Y para colmo está tan demacrada! Lo mejor será
que ponga un aviso ofreciendo la buhardilla a hombres solos.
El
presente texto obtuvo el 2º premio en el 3º Concurso de Microrrelatos de Terror de Sabadell y Librerío de la Plata (marzo de 2017).
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